Panamá tuvo su Camelot con Ernesto de la Guardia Jr., presidente querido por su pueblo, perteneciente a la única aristocracia que reconocía el pensador Rodó – la del espíritu --, hizo milagros públicos con un presupuesto exiguo, rodeado de funcionarios que seguían fielmente sus directrices de trabajo y transparencia. Uno de esos soldados fue Roberto López Fábrega, para todos "Cosaco", hijo de Osvaldo López, procurador de la Nación cuando esta se estrenaba como República. Cosaco honraría siempre esos genes, en los que confluían los del general José de Fábrega y Justo Arosemena y que, como en su madre, Sofía Fábrega de López, hacedora de una fina poesía, cristalizaban en su verbo claro, sonoro, "diciente", como expresaba Unamuno. Del joven ministro de Obras Públicas de 1956 a 1959, recordaría el arquitecto Ernesto de la Guardia III: "Cosaco entró al ministerio como un huracán. En cuestión de semanas, sus cuadrillas habían reparado los miles de huecos que adornaban las calles de nuestra capital. Construyó la avenida Balboa desde la Embajada de Estados Unidos hasta Punta Paitilla, truncando de paso el muelle de una poderosa empresa para poder desarrollar los recién revertidos terrenos de Punta Paitilla.
Extendió la carretera Interamericana desde Santiago hasta Chiriquí, evitando la larga ruta por Soná, a pesar de las protestas de sus amigos sonaeños. Legó, además, un extenso plan vial a posteriores gobiernos". Con semejantes ejecutorias, no es de extrañar que en las elecciones de 1960 el candidato a diputado que más votos recibió en toda la República fuera Roberto Cosaco López Fábrega: en Panamá sí se gana y se pierde reputación. Varios lustros más tarde, de nuevo al frente de la cartera de Obras Públicas (apenas un año, por motivos de salud), Cosaco trazaría la carretera de Llano-Tortí y numerosos caminos en el interior. Su impronta fue la misma de verticalidad que en su período anterior, del cual el Ing. George Berman atesora una anécdota que retrata al ministro López Fábrega de cuerpo entero: "un contratista le solicitó cambiar el diseño elaborado por el ministerio de un tramo de la carretera de Azuero.
Tras estudiar el plano, Cosaco le indicó cómo mejorar el diseño, con ahorros… y aprobó el cambio luego de exigirle al contratista devolver el ahorro resultante". Cuando al arquitecto Carlos Clément le ofrecieron Obras Públicas, se atrevió a decirle al presidente que aceptaba si tenía de asesor a Cosaco. "El primer consejo que me dio era el norte de su vida: la honradez. Mantente fuerte, me dijo, que recibirás muchas tentaciones; pero no creas en pajaritos preñados". Bailarín ovacionado a pie de pista, Cosaco declamaba sin pestañear versos tan largos como los del Poema del Carnaval de su entrañable Tato Fábrega; su ingenio y galantería eran leyenda. Proclamaba que "no hay que afligir ni aflojar"; "no me des, solo dime dónde hay"; "la ignorancia es peor que la maldad". Con la fluidez de un río, de 1946 a 1982, Cosaco impartió la cátedra de mecánica, estática y resistencia de materiales en la Universidad de Panamá. El grupo ante el cual se estrenó como profesor, recién acabada la Segunda Guerra Mundial tuvo que estudiar con textos en inglés, material didáctico casi inexistente, en aulas prestadas, trabajando por el pan de cada día. De allí saldrían ingenieros y arquitectos que configurarían un bello y moderno Panamá: ellos tenían la voluntad de aprender; Cosaco, la vocación de enseñar.
Su obra La Alternativa Panameña plasma cristalinamente la propuesta para un tercer juego de esclusas con un ingenioso recurso de almacenaje de 3/5 del agua para su reúso, que Cosaco elaboró con un conspicuo grupo de profesionales y que, elevada a la Comisión Tripartita Panamá-Estados Unidos-Japón, es baluarte de nuestra triunfal ampliación del Canal. Célebre por el portentoso número y la calidad de sus edificaciones y vías, trabajador incansable, hace ahora tres décadas Cosaco falleció como vivió: luchando. Su esencia sigue latiendo en un arco iris de construcciones públicas y privadas, en un copioso anecdotario de ingenio, brega y sapiencia que circulan allegados, exalumnos, colegas… a la espera del libro sobre su trayectoria que Cosaco merece y Panamá necesita, celebramos su huella de concreto y espíritu.